La infancia es una época de vulnerabilidad, aprendizaje y formación de las bases emocionales que llevamos con nosotros a lo largo de la vida. En este periodo, las experiencias pueden moldear no solo nuestra comprensión del mundo, sino también la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y los demás. Las heridas de la infancia, esas cicatrices emocionales y psicológicas, pueden perdurar en la edad adulta, influyendo en nuestras relaciones, nuestras decisiones y nuestra propia percepción (además, en muchas ocasiones ocurre sin que nos demos cuenta de ello). En este artículo exploraremos qué son las heridas de la infancia, cuáles son las 7 heridas principales y cómo puedes comenzar el proceso de sanación.
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1. ¿Qué son las heridas de la infancia?
Las heridas de la infancia son huellas emocionales profundas y duraderas que se forman a lo largo de los primeros años de vida.
Son el resultado de experiencias y situaciones que causan dolor, angustia, trauma o malestar emocional durante la infancia. Estas heridas pueden surgir de diversas fuentes, como el abandono, el abuso, la negligencia, el rechazo, la humillación, la traición o la injusticia. A menudo, estas experiencias dejan una impresión indeleble en el niño, y como resultado, pueden influir en su bienestar emocional y mental en la vida adulta.
Imagina estas heridas emocionales como cicatrices invisibles en el corazón y la mente de un niño. A medida que el niño herido crece, estas cicatrices pueden afectar su autoestima, sus relaciones, su capacidad para manejar el estrés y su percepción de sí mismo y del mundo que lo rodea. Si bien estas heridas son invisibles a simple vista, su impacto es muy real. Como adultos, podemos encontrarnos lidiando con patrones de comportamiento, creencias limitantes y problemas emocionales que se remontan a estas heridas del niño.
Es importante comprender que todos los niños experimentan dificultades y desafíos en la infancia. Sin embargo, las heridas emocionales de la infancia se refieren a experiencias significativamente perjudiciales o traumáticas que dejan una marca profunda en el niño.
2. ¿Cuáles son las 7 heridas de la infancia?
Hay siete heridas de la infancia que son particularmente comunes y significativas: herida de abuso, herida de negligencia, herida de abandono, herida de injusticia, herida de rechazo, herida de humillación y herida de traición.
Cada una de estas heridas tiene el potencial de dejar una profunda impresión en el niño y puede influir en su desarrollo emocional a lo largo de la vida. A continuación, voy a contarte cuáles son estas heridas y las describiré brevemente, dándote algunos ejemplos para que las puedas entender mejor.
2.1. Herida de abandono
La herida del abandono se forma cuando un niño siente que sus cuidadores o figuras de apoyo lo han dejado solo o no lo han atendido adecuadamente. Esto puede ocurrir debido a la separación de los padres, la falta de atención emocional o la negligencia, entre otras cosas.
Por ejemplo, un niño cuyos progenitores se divorcian puede sentir que su mundo se ha desmoronado y que ha sido abandonado emocionalmente por uno o ambos padres. Esto ocurre cuando el proceso de separación tiene lugar sin tener en cuenta las necesidades emocionales de los niños.
2.2. Herida de abuso
La herida del abuso se origina a partir de experiencias de maltrato físico, emocional o sexual en la infancia. Estas experiencias traumáticas pueden dejar cicatrices emocionales profundas que perduran en la vida adulta. Si quieres conocer cuáles son las secuelas que deja el abuso infantil en la edad adulta, te invito a que leas este post que escribí hace un tiempo.
Vamos a verlo con un ejemplo: Un niño que ha sufrido abuso físico por parte de un cuidador puede crecer con una profunda desconfianza hacia las figuras de autoridad y experimentar dificultades para establecer relaciones saludables. El abuso no siempre tiene porque ser físico y evidente, muchas veces, se trata de un abuso más sutil y difícil de detectar.
2.3. Herida de negligencia
La herida de negligencia se desarrolla cuando un niño no recibe el cuidado y la atención necesarios. Puede ser el resultado de padres o cuidadores que no satisfacen las necesidades básicas del niño, como comida, refugio o afecto.
Un ejemplo muy claro, sería el de un niño que cuando está enfermo no se le lleva al médico o no se siguen las pautas que ha dado este.
2.4. Herida de rechazo
La herida del rechazo se forma cuando un niño siente que no es amado o aceptado por sus cuidadores. Esto puede deberse a críticas constantes, falta de afecto o incluso a un trato despectivo.
Por ejemplo, un niño que crece en un entorno en el que sus logros son ignorados o minimizados puede desarrollar una baja autoestima y una sensación de no ser lo suficientemente bueno.
2.5. Herida de humillación
La herida de humillación se origina a partir de experiencias en las que el niño es avergonzado o menospreciado. Puede incluir burlas, críticas públicas o situaciones que socavan la autoestima del niño.
Imaginemos a un niño que es constantemente ridiculizado por sus compañeros en la escuela puede llevar consigo una profunda inseguridad y miedo al ridículo. En este caso he puesto un ejemplo que ocurre fuera del hogar. Las heridas que más nos impactan como niños son las que son provocadas por nuestros cuidadores, ya que, son ellos quienes se suponen que deben cuidarnos. No obstante, también podemos tener heridas emocionales caudas por otras personas.
2.6. Herida de traición
La herida de traición se forma cuando un niño siente que alguien en quien confiaba lo ha traicionado de alguna manera. Esto puede incluir engaño, abandono o situaciones en las que se rompen promesas.
Por ejemplo, un niño cuyos padres prometen asistir a un evento importante en su vida y luego no cumplen esa promesa puede experimentar sentimientos de traición y desconfianza.
2.7. Herida de injusticia
La herida de injusticia se origina a partir de experiencias en las que el niño siente que ha sido tratado de manera injusta o desigual. Puede ser el resultado de favoritismo, castigos injustos o situaciones en las que el niño se siente marginado.
Por ejemplo, un niño que ve a su hermano recibir un trato preferencial de sus padres puede sentir que la vida es injusta y que no recibe el mismo amor y atención.
Estas heridas de la infancia pueden variar en gravedad y duración, pero todas tienen el potencial de afectar la vida de un adulto de diversas maneras. Es importante destacar que las heridas se originan cuando se repiten constantemente. Es decir que, si has sufrido humillación o alguna otra experiencia traumática de forma muy puntual, es probable que no tengas esa herida. Las heridas acaban por dejar una huella cuando son repetidas. Reconocer y abordar estas heridas es el primer paso en el camino hacia la sanación y el bienestar emocional.
3. ¿Cómo sanar las heridas de la infancia?
Sanar las heridas de la infancia es un proceso profundo y personal que requiere tiempo y esfuerzo. Aunque la terapia con un profesional de la salud mental es a menudo la opción más eficaz, hay pasos y técnicas que puedes implementar por tu cuenta para comenzar el proceso de sanación. Yo siempre recomiendo que si tienes la opción acudas a un psicólogo, pero, si por el momento no puedes o no te lo planteas, comparto contigo algunas estrategias y consejos prácticos para abordar estas heridas:
3.1. Autoconciencia
El primer paso es reconocer y aceptar que tienes heridas de la infancia. La autoconciencia es esencial para entender cómo estas heridas pueden estar afectando tu vida. Se que esto no es fácil, ya que, muchas veces no somos conscientes de que estas heridas están moviendo los hilos de nuestras vidas. Vivimos pensando que somo así y no lo relacionamos con experiencias vividas durante la infancia. Por ello, es muy importante que pongamos toda nuestra intención en estar atentos a nuestras emociones, miedos, patrones… para así poder empezar a darnos cuenta de qué conexiones existen con nuestras heridas. Con el fin de que puedas empezar a aumentar tu autoconciencia, quiero compartir contigo un ejercicio que consiste en una serie de preguntar para que puedas conectar con tu niño herido.
3.2. Educación para sanar heridas de la infancia
Aprende sobre las heridas de la infancia y cómo pueden influir en la vida adulta es otro paso importante. La comprensión de las causas y los efectos de estas heridas puede ayudarte a manejarlas de manera más efectiva. Quizás puedas leer algún libro que hable sobre este tema. Yo te recomiendo el libro que se titula “El cuerpo nunca miente” de la autora Alice Miller.
3.3. Hablar de ello
Compartir tus experiencias con amigos de confianza o seres queridos puede ser muy sanador. A menudo, expresar lo que sientes y lo que has vivido puede aliviar el peso emocional. Además, cuando hemos sufrido heridas emocionales de la infancia, es probable que creamos que los que hicimos algo malo fuimos nosotros, por ello, compartirlo y que alguien valide nuestras experiencias y emociones puede ayudarnos mucho. Eso sí, asegúrate de compartirlo con alguien que responder con la empatía y el cariño que mereces.
3.4. Autocuidado
Practica el autocuidado de manera regular también puede ayudarnos mucho. Cuando no hemos sido bien cuidados, especialmente por nuestra madre o padre, puede ser que después como adultos tengamos dificultades en cuidarnos a nosotros mismos. Por ello, cualquier practica de autocuidado que hagas, será beneficiosa. Esto incluye actividades como la meditación, el yoga, el ejercicio, una alimentación saludable y dormir lo suficiente. Cuidar de tu cuerpo y mente es fundamental para sanar. Que tus padres no te cuidasen no significaba que no merecieras ser cuidado.
3.5. Mindfulness para sanar heridas de la infancia
La atención plena o mindfulness es una técnica que puede ayudarte a estar en el momento presente y a observar tus pensamientos y emociones sin juzgar. La práctica del mindfulness puede ayudarte a identificar patrones de pensamiento negativos relacionados con las heridas de la infancia.
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3.6. Establece límites
Aprende a establecer límites saludables en tus relaciones y a decir no cuando sea necesario es muy necesario. Si cuando fuiste un niño alguien vulnero tus límites, es posible que ahora como adulto tengas dificultades en poner límites. Por ello, es importante que comiences a poner límites.
3.7. Busca apoyo
Aunque estás explorando la sanación por tu cuenta, no dudes en buscar apoyo profesional si sientes que es necesario. Un terapeuta con experiencia en trauma y heridas de la infancia puede ser de gran ayuda en este proceso. Soy consciente de que acudir a terapia asusta mucho. A mi también me costó, créeme. Pero, es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
Recuerda que la sanación de las heridas de la infancia es un proceso gradual y que no hay un enfoque único que funcione para todos. Explora estas estrategias y ajusta tu enfoque según tus necesidades personales. El camino hacia la sanación puede ser desafiante, pero con tiempo y esfuerzo, es posible construir un futuro más saludable y equilibrado. Ten en cuenta que las heridas siempre estarán ahí, es decir, no podemos borrar el pasado. Lo que si podemos hacer es asegurarnos de sanar lo máximo posible esas heridas.
4. Referencias bibliográficas post heridas de la infancia
- Ballvé, G. (2015). Sanando tu Niño Interior: Un Viaje en el Tiempo Hacia la Recuperación del Amor Propio. Ediciones Luciérnaga.
- Bradshaw, J. (2005). Healing the Shame that Binds You. HCI.
- Fisher, J. y Nakamura, Y. (2019). Healing the Fragmented Selves of Trauma Survivors: Overcoming Internal Self-Alienation. Routledge.
- Forward, S. (2002). Healing the Child Within: Discovery and Recovery for Adult Children of Dysfunctional Families. Health Communications.
- Van der Kolk, B. A. (2014). The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma. Viking.
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Agradeceré compartir conocimientos y ejemplos prácticos de comunicación asertiva y poner límites.
Gracias
Lo tendré en cuenta para futuros posts. Un saludo!